miércoles, 4 de octubre de 2017

Pro nobis peccatum fecit (1)

¿Cómo interpretar el texto de San Pablo cuando dice que Cristo se hizo pecado por nosotros? Jesucristo se hizo hombre y, por tanto, solidario de nuestra naturaleza, para así poder redimirnos. La idea central es la de la solidaridad con Cristo, cabeza de la humanidad regenerada, igual que lo es Adán de la humanidad caída.
Dejamos la respuesta teológica al biblista español José María Bover.  

CRISTO, «HECHO PECADO POR NOSOTROS»
Escribe San Pablo a los Corintios: Al que no conoció pecado. [Dios] por nosotros le hizo pecado, a fin de que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en El (2 Cor. 5, 21). Estas palabras, reveladoras de lo que hay de más hondo en el misterio de la redención humana, se merecen un examen detenido, minucioso y profundo. Para ello, sin salimos de los procedimientos ordinarios de la hermenéutica bíblica, apelaremos, con todo, a todos los recursos que ésta nos suministra Para abreviar provechosamente, daremos por supuestos los resultados, que podemos considerar como definitivamente adquiridos por los trabajos más recientes de la exégesis católica. A base de esto trataremos de avanzar, si podemos, en la inteligencia del texto.
Para proceder ordenada y progresivamente: 1.º, analizaremos el texto mismo; 2.º, aquilataremos, y acaso ampliaremos, el sentido obtenido, a la luz de otros textos del mismo Apóstol; 3.º, contrastaremos o comprobaremos este sentido con la interpretación de la Tradición cristiana; 4.°, recogiendo los resultados obtenidos, procuraremos formular o sintetizar el pensamiento teológico entrañado en el texto. Como la versión de la Vulgata latina reproduce con toda exactitud el original griego, la tomaremos como base de nuestro estudio.
I. Análisis del texto 
El texto consta de tres incisos, cuya correspondencia conviene poner de relieve: 
[A] Eum, qui non noverat peccatiun, [= Al que no conoció pecado]
[B] pro nobis peccatum fecit, [=  por nosotros le hizo pecado]
[C] ut nos efficieremur iustitia Dei in Ipso. [= para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en él]
El segundo inciso, que es el que más ahora nos interesa, corresponde antitéticamente así al primero como al tercero; doble antítesis (B-A y B-C), que conviene precisar.
La primera antítesis (B-A) es más sencilla. A la suma inocencia e impecabilidad del Redentor, que no conocía pecado, se contrapone el estado o condición a que Dios le reduce de ser hecho pecado por nosotros. Esta antítesis elimina y hace imposible toda interpretación del segundo inciso que esté en contradicción con el primero. El ser hecho pecado ha de ser algo que se compagine con la suma inocencia del Redentor, en quien se habrán de juntar y hermanar estos dos extremos a primera vista contradictorios: ser hecho pecado y no conocer pecado: la impecabilidad hecha pecado. 
Más compleja, y también más luminosa, es la segunda antítesis (B-C). En cada uno de los dos incisos se distinguen marcadamente tres elementos, que se corresponden inversamente a manera de quiasmo. Ut nos efficeremur responde a fecit; iustitia Dei, a peccatum; in Ipso, a pro nobis. En cada una de estas tres correspondencias, el tercer inciso determina el sentido del segundo.
La primera correspondencia no ofrece especial dificultad. Como ut nos efficeremur expresa un nuevo estado, que antes no teníamos y que no radica en nosotros, así también fecit señala en el Redentor un estado nuevo, que antes no conocía y que le sobreviene de fuera.
La segunda correspondencia, entre iustitia Dei y peccatum es mucho más importante. Como iustitia Dei es verdadera justicia, así peccatum ha de ser de alguna manera verdadero pecado. Esta significación propia de peccatum se confirma con la antítesis, antes señalada, entre peccatum fecit y non noverat peccatum, en que la palabra repetida peccatum ha de tener evidentemente un sentido uniforme o análogo. Por ambos motivos, el peccatum del segundo inciso, como correspondiente, a la vez, así al peccatum del primero como a la iustitia Dei del tercero, ha de ser verdadero pecado. Con esto quedan eliminadas las otras dos interpretaciones que se dieron dei peccatum del segundo inciso: entendido como víctima por el pecado o como penalidad efecto del pecado.
Más importante aún, aunque menos aparente, es la tercera correspondencia, entre in Ipso y pro nobis. Como in Ipso, equivalente a la fórmula, tantas veces repetida por San Pablo y tan llena de sentido, in Christo Iesu, expresa evidentemente nuestra solidaridad con el Redentor, así, inversamente, pro nobis ha de expresar o entrañar de alguna manera la solidaridad del Redentor con nosotros, aunque diversamente matizada. A la luz de estas correspondencias, y desentrañando el significado de las palabras, podemos precisar más el sentido de los dos términos más importantes: peccatum y pro nobis. Para entender todo el alcance de peccatum, hay que notar que San Pablo dijo que Dios hizo a Cristo pecado y no pecador. Comparando entre sí estos dos términos, pecado dice mucho más, y al mismo tiempo mucho menos, que pecador. Dice mucho más, porque presenta a Cristo cual si fuera puro pecado, cual si todo Él fuera pecado, una masa de pecado. Pero dice también mucho menos, porque pecado no expresa la comisión o acción de pecar, que expresaría pecador. Con maravillosa exactitud dice San Agustín que Cristo fuit delictorum susceptor, sed non commissor (ML 36, 849). Ulteriores precisiones sobre el alcance de peccatum dependen de la significación del otro término: pro nobis.
¿Qué significa pro nobis? Son posibles tres sentidos: a) en beneficio o provecho nuestro; b) en sustitución nuestra; c) en representación nuestra. Para determinar cuál de estos tres sentidos es el verdadero, esto es, el que le da San Pablo, podemos y debemos presuponer que será aquel que explique razonablemente la conexión de finalidad que expresa el Apóstol entre pro nobis peccatum fecit y ut nos efficeremur iustitia Dei in Ipso. En este supuesto, examinemos los tres sentidos de favor, sustitución y representación.
El sentido de favor, beneficio o provecho no explica suficientemente la finalidad indicada. Realmente, no se comprende cómo el reducir al Redentor a estado de puro pecado pueda redundar en beneficio nuestro o ser considerado como medio de nuestra justificación. […]
Más satisfactorio sería el sentido de sustitución, si no chocase con una imposibilidad intrínseca. Cierto que la sustitución entrañaría una especie de transferencia que, quitando de nosotros el pecado, lo trasladase a Cristo, medio, al parecer, apropiado para que nosotros, libres del pecado, quedásemos con ello justificados. Pero ¿es posible o concebible semejante traslación? Evidentemente que no. El pecado es algo propio e intransferible, que no puede imputarse a otro
Todo, en cambio, se explica razonablemente admitiendo el sentido de representación. Al asumir la representación de toda la Humanidad prevaricadora, el Redentor, haciéndose con ella como una persona moral, incorporándola y como fundiéndola consigo, toma sobre sí, por el mismo caso, y se apropia todas sus prevaricaciones. La raza de Adán, masa pecadora y condenada, al concentrarse toda en el Redentor, le comunica su pecado, la envuelve en su pecado y hace de El como una masa de pecado y un puro pecado. En otras palabras, la solidaridad de naturaleza, que tan íntimamente liga al Redentor con la raza pecadora de Adán, lleva consigo la solidaridad de pecado. Esta solidaridad, además, explica la correspondencia, antes señalada, entre pro nobis e in Ipso, que, evidentemente, significa solidaridad. Y, sobre todo, una vez admitido este sentido, se explica satisfactoriamente por qué el apropiarse Cristo nuestro pecado sea un medio para que nosotros nos apropiemos su justicia. La misma solidaridad que comunica a Cristo nuestro pecado, nos comunica a nosotros su justicia. […]

2 comentarios:

  1. Comentario 1 de 2

    Ante todo, el sentido de la afirmación "lo hizo pecado" debe ser comprendido dentro de la antítesis B-C: "lo hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en Él." Por lo tanto, la afirmación de que Jesús "fue hecho pecado" debe ser interpretada de la misma manera que la afirmación de que los redimidos "vinimos a ser justicia de Dios". Concretamente, si una de esas afirmaciones es en sentido figurado, la otra también lo es.

    Enfocándonos ahora en la afirmación de que los redimidos hemos llegado "a ser justicia de Dios", es evidente que esta afirmación es una expresión figurada, porque hablando estrictamente hemos llegado a ser justos, no "justicia". Por lo tanto, la afirmación de que Dios a Jesús "lo hizo pecado" es una expresión figurada como la consecuente de que los redimidos vinimos "a ser justicia de Dios".

    Para captar entonces el sentido estricto de esa expresión, es necesario hacer una exégesis "canónica", o sea atendiendo "al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura" (DV 12). Para ello, comenzamos por Isaías cap. 53:

    "Él tomó sobre Sí nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores. [...] Él fue traspasado por nuestras rebeldías, molido por nuestros pecados. El castigo que resultó en nuestra paz fue sobre Él, y por sus llagas hemos sido curados. [...] Yahveh descargó sobre Él la culpa de todos nosotros. [...] por las rebeldías de su pueblo ha sido herido; [...] plugo a Yahveh quebrantarle con dolencias. Si Él hace su alma una ofrenda por el pecado, (literalmente: Si tú haces su alma una ofrenda por el pecado), Él verá descendencia, prolongará sus días, y el beneplácito de Yahveh prosperará por su mano. [...] Por su conocimiento mi justo servidor justificará a muchos, porque Él cargará con sus iniquidades."

    (continúa ...)

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  2. Comentario 2 de 2

    Para entender a qué se refiere "por su conocimiento", recurrimos a Hebreos 5,8:

    "Aunque era un Hijo, aprendió de sus padecimientos la obediencia."

    obediencia cuyo fruto es, según Romanos 5,19:

    "así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos."

    y que no fue cualquier obediencia, sino, como recuerda Filipenses 2,8: "hasta la muerte y muerte de cruz". Esa obediencia al Padre hasta la muerte tiene un valor meritorio infinito, tal que Dios, en atención a ella, hace morir el pecado en aquellos que creen en el valor reparador del ofrecimiento obediente de Cristo y se unen a ese ofrecimiento en el bautismo, como dice S. Pablo en Romanos 6,3-11:

    "¿Es que no sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Pues si hemos sido incorporados a Él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado; porque quien muere ha quedado libre del pecado. Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre; pero su vida, es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús."

    Así, la obediencia de Cristo hasta la muerte fue causa meritoria de la muerte de nuestro pecado, por lo que se puede decir figuradamente que la muerte de Cristo fue la muerte de nuestro pecado, y en ese sentido Dios "lo hizo pecado": Dios descargó sobre Él nuestros pecados, para que Él satisfaciera por ellos ofreciéndose a Sí mismo al Padre en una obediencia hasta la muerte y muerte de cruz.

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