jueves, 29 de octubre de 2015

El lenguaje de Heidegger


Publicamos unas páginas sobre el lenguaje de M. Heidegger, un autor que influyó en Karl Rahner.Las críticas de Sebreli -ensayista anticatólico sin disimulos- parecen aplicables a una buena parte de "teólogos" católicos que han bebido en las turbias fuentes heideggerianas.
La prosa de los filósofos suele ofrecer dificultades para su comprensión que obligan a una atenta lectura y a un cierto aprendizaje. En el caso de Heidegger, su lenguaje era deliberada e innecesariamente difícil, críptico, con frecuencia enigmático; una jerga donde no se sabía si quería decir algo o todo lo contrario, o tal vez nada. Ya en el curso "Prolegómenos a la historia del concepto de tiempo" (1925) justificaba la necesidad "de introducir palabras pesadas y que quizá no resulten bonitas". Abusaba de los neologismos, de algunas características del idioma alemán como la formación de palabras compuestas con guiones que fueron llamadas palabras-trencito, de los sustantivos transformados en verbos —"nadear", "mundear"— de vocablos usados con un sentido metafórico arbitrario o resemantizado o con un significado pretendidamente primordial referido a etimologías que desautorizaban los filólogos. Sus obras, más que tratados filosóficos parecían un ejercicio de estilo, una experimentación del lenguaje como las propuestas contemporáneas de las vanguardias literarias. Esas analogías entre creaciones de distintos géneros motivaron la reflexión de George Steiner:
"Tal vez un día podamos llegar a comprender qué movimientos tectónicos de la conciencia, qué crisis en el significado de 'significado' hicieron posibles y necesarios, más o menos en la misma época, Sein und Zeit, Finnegans Wake y los ejercicios de Gertrude Stein." (…)
No se podía tener la pretensión, según él, de entender a un pensador "puesto que ningún pensador, lo mismo que ningún poeta, se entiende a sí mismo". Según su discípulo Otto Pöggeler, Heidegger era incapaz de dar cuenta de los pasos por el recorrido en su camino del pensar ni de presentar de una manera acabada lo alcanzado.
La incomprensibilidad de la forma respondía a la irracionalidad del contenido. Su pensamiento era inefable y de transmisión esotérica porque, según su doctrina, el Ser permanecía insondable, recóndito y, por lo tanto, sólo accesible a una elite de iniciados. Así lo reconocía en una carta de 1951 a Hannah Arendt:
"Las cosas que uno reflexiona resultan más y más misteriosas. Todavía llegaremos al día en que debamos atrevernos a decir lo del todo indecible, sin preocuparnos por la comprensibilidad que se va extendiendo de forma cada vez más palpable."
El mismo Heidegger aconsejaba que la filosofía y el pensamiento necesitaban alejarse de la ciencia o, mejor, deberían ser alógicos e irracionales puesto que, según él, no era posible circunscribirlos a las reglas fijas de la lógica, del discurso racional y ni siquiera de la gramática, de cuyas cadenas precisaba "liberarse el lenguaje". Quizá su frase "la ciencia no piensa" sintetizara sus ideas no sólo sobre cuestiones metodológicas sino sobre el abismo infranqueable que se abría, para él, entre ciencia y pensamiento.
El hermetismo, una de las claves de su éxito, permitía a sus seguidores ostentar el privilegio de la pertenencia a una minoría de elegidos, a quienes les había sido otorgada el aura de copartícipes de un secreto. Uno de sus discípulos, Hans Jonas, describió esa sensación:
"(...) me sentía como ante un gran misterio, pero con el convencimiento de que merecía la pena convertirse en un iniciado. No se trataba sólo de mi instinto, sino que los demás estudiantes también se sentían fascinados por ese lenguaje sugestivo, a pesar de que no estoy muy seguro de que entendieran mucho más que yo."
Sobre sus dotes histriónicas y su habilidad demagógica que lograban hipnotizar a sus alumnos ha dado testimonio Karl Lowith, otro de sus discípulos:
"...era un hombre pequeño y oscuro que hacía desaparecer ante sus oyentes por arte de magia lo que les acababa de mostrar. La técnica de su discurso levantaba una construcción sobre ideas que luego procedía a desmontar para colocar al oyente ante el problema y dejarlo en el vacío. Sus artes de persuasión tuvieron a veces graves consecuencias: atraía con más facilidad a las personalidades más psicopáticas, y una estudiante llego a suicidarse después de años de conjeturas."
La oscuridad disimulaba a veces el vacío de las ideas; así, cuando Heidegger abandonaba la prosa críptica, caía en vulgaridades. La novedad de Ser y tiempo —como lo señalara Luis Fernando Moreno Claros—, radicaba más en su forma que en su contenido, simple y esquemático si se lo traducía a un lenguaje convencional. Después de recorrer treinta páginas incomprensibles de Sobre la esencia de la verdad (1943), se llegaba a la siguiente conclusión: "la esencia de la verdad es la verdad de la esencia".
Tal vez Heidegger siguiera en ese aspecto el consejo de cultivar el secreto, que le diera su amigo Ernst Laslowski:
"Sería bueno que (...) te rodearas de una misteriosa oscuridad y provocaras la curiosidad de la gente".
El lado kitsch no solamente estaba en la cursilería de sus cartas le amor a Hannah Arendt —plenas de colinas de flores y torres en ruinas— o en su vida cotidiana, donde solía olvidar su desprecio aristocratizante por las masas populares para compartir entretenimientos colectivos banales como el fútbol, el boxeo o la televisión de la casa del vecino; también se lo encontraba en algunos pasajes de su obra seria.
Las traducciones, especialmente las francesas, observaba Pierre Bourdieu, lo favorecían porque transformaban en conceptos frecuentemente teratológicos unas banalidades o unas invenciones fáciles cuyo verdadero nivel intelectual no se les escapaba a los lectores alemanes; esta variante contribuiría a explicar la diferente recepción de su obra en Alemania y en Francia.
Heidegger tenía una versión propia de su filosofía, puesto que a diferenciaba del resto de la metafísica occidental; no debía ser entendida a través del raciocinio y el argumento, sino "sentirse" como un poema o "vivirse" como una experiencia mística o religiosa. El diálogo con el lector era sustituido por la "escucha" del mensaje, por la voz del gurú, del profeta que hablaba desde lo alto de la montaña.
Las frases devenían postulados indiscutibles surgidos de una revelación del Ser mismo.
El último Heidegger no admitía llamarse filósofo —amigo de la sabiduría— sino sabio, pensador del Ser a través del lenguaje: "El Habla es la casa del Ser". Pero no se trataba del lenguaje del habla corriente ni tampoco del de la lógica formal, sino el original, el primigenio que sólo conservaba la poesía. Los escritos que le interesaban procedían de los místicos: Meister Eckhart, Sancta Clara, los budistas zen, pensadores religiosos —Kierkegaard, Pascal—, o poetas —Hölderlin, Hebel, Trakl, Rilke, Benn, Mörike, Rimbaud, Celan, Rene Char—; rara vez hablaba sobre filósofos.
Había pasado de la prosa, donde las palabras son instrumentos para comunicarse con el otro, a la poesía, que concebía el lenguaje —desde Mallarmé y los simbolistas hasta los surrealistas— como un fin en sí mismo, indiferente a la realidad que denotaba. Sus textos tardíos traspasaban los géneros, iban desde filosofía en prosa poética hasta poemas filosóficos como Desde la experiencia del pensar.
La transformación de la filosofía en poesía —como ya vimos— había sido un ideal de los filósofos románticos y también de Nietzsche.
Heidegger llevó esa fusión al paroxismo, al punto que en 1957 fue propuesta su incorporación a la Academia de Bellas Artes de Berlín por considerar que su obra debía leerse como "un gran poema".
Esta postura heideggeriana influyó en el llamado "giro lingüístico" de los estructuralistas y posestructuralistas que hicieron de la lingüística la disciplina piloto e impusieron el predominio del significante sobre el significado. La prosa manierísta, artificiosa y rebuscada de posestructuralistas y deconstructivistas no era sino una caricatura grotesca del habla de Heidegger.
Es común acusar a los traductores de haber convertido los textos heideggerianos en galimatías. Pero Heidegger fue más lejos cuando afirmaba que sus libros eran intraducibles. Este denuedo estaba implícito en su tajante afirmación de que sólo el griego y el alemán eran lenguas aptas para hablar de filosofía y que entre ambas existía un parentesco singular. Más aún, consideraba que la traducción del pensamiento griego al latín había sido un acontecimiento nefasto que, hasta el presente, impedía acceder a los filósofos de la Antigüedad. Cuando los países de lengua latina comenzaron a filosofar, sostenía, no podían hacerlo en su propia lengua, pues éstas no eran aptas para condescender a las esencias; por consiguiente, cualquier aprendiz de filósofo debía hablar alemán. Su fiel discípulo Jean Beaufret confirmaba que no se podía pretender leer a Heidegger sin saber alemán, aunque él mismo se había dedicado a la tarea, según su parecer inútil, de traducirlo al francés.
La identidad de la función de la lengua griega y la alemana tenía, para Heidegger, una causa racial; durante el curso del verano de 1933 se refería a una misma "cepa étnica" helénico-germánica.
"Logos" (1954) reiteraba la superioridad de la lengua alemana para el develamiento de las verdades ocultas de la filosofía griega; esta cualidad permitía, por su parte, salvar a la filosofía y a la humanidad de la decadencia de la civilización occidental.
La visión étnica y etnocéntrica del lenguaje la ratificó en el reportaje último concedido a la revista Der Spiegel, considerado como su testamento filosófico: "Al igual que no se puede traducir la poesía, no se puede traducir un pensamiento (...). Sólo las cartas comerciales pueden traducirse".
La falta de buenas traducciones de la obra heideggeriana probaría su tesis, pero se puede contestar que tampoco ha sido traducida, hasta ahora, al alemán, ya que su prosa tal vez sea lo que Borges llamó "un dialecto del alemán y nada más" o mejor aún lo que los lingüistas califican de "ideolecto": forma de expresión exclusiva de un solo individuo. (…)
Pienso, contra la opinión de Heidegger, que no sólo todo pensamiento puede traducirse sino que toda lectura es traducción. Aunque se lea a Platón en griego, es necesario traducirlo a códigos lingüísticos, culturales e ideológicos comprensibles en nuestra época; jamás se podrá volver a leer a Platón como lo hacían sus contemporáneos.
Pero Heidegger no ha sido el único que sostuvo este punto de vista con respecto al lenguaje; lo han hecho también Spengler y su filosofía cíclica de la historia, luego los estructuralistas y posestructuralistas.
Para todos ellos —adherentes al particularismo antiuniversalista y al relativismo histórico— la cultura, y por lo tanto las lenguas, serían círculos cerrados e incomunicables; sólo los aspectos superficiales podían ser transmitidos pues lo más interesante y profundo era inefable. Toda traducción sería, para estos intelectuales, a lo sumo, una paráfrasis, una aproximación analógica.
La otra perspectiva, la universalista, característica del humanismo racionalista clásico —denigrado por Heidegger— comporta, por el contrario, una visión optimista que admite la posibilidad de la comunicación más allá de las fronteras de la lengua. Todo puede traducirse porque la estructura subyacente del lenguaje es universal, común a todos los hombres. Las diferencias entre los idiomas son secundarias y la traducción no es sino la identificación de los universales genéricos, históricos, sociales. El lenguaje es la esencia de lo humano; secundario, en cambio, es hablar un determinado idioma, asunto que depende, en última instancia, de los avatares de la política.

Tomado de:
Sebreli, J. El olvido de la razón, pp. 87-92.

lunes, 26 de octubre de 2015

La Relación final del Sínodo


Se ha publicado la relación post-sinodal. Que, cabe aclararlo, no tiene valor magisterial ni disciplinario, a menos que el Romano Pontífice la ratifique (cfr. CIC, c. 343). Vale decir que el documento no define ni decide nada, es meramente consultivo.
Una muy buena visión general de lo aprobado, puede leerse en Wanderer.
Y una glosa objetiva del pasaje más deficiente sobre al acceso a la Comunión de los divorciados que han contraído matrimonio civil se encuentra en la bitácora de Néstor Martínez.
Habrá que esperar los actos del Papa para tener en claro si se ha decidido alterar la doctrina o modificar la disciplina vigente. Por el momento, no hay mucho más para decir.

sábado, 24 de octubre de 2015

Ultra-ultramontanos Ultra-ultrapapistas, otra vez.

Reproducimos la traducción de un post del P. Hunwicke. La tomamos de otra bitácora y le hicimos algunas ligeras correcciones de estilo. Lo que Hunwicke señala con agudeza es algo que ya hemos tratado en varias entradas de nuestra bitácora.
Ultra-ultramontanos Ultra-ultrapapistas, otra vez.
Un cierto cardenal llamado Wuerl ha dicho en estos días "Siempre hay personas disconformes con lo que pasa en la Iglesia, pero la piedra de toque del catolicismo auténtico es la adhesión a las enseñanzas del Papa". Suena bien y suena obvio, pero... 
Tengamos en cuenta que este cardenal no dice “a los Papas”, sino “al Papa”. Así que se debe referir sólo al Papa, al Papa actual, al Papa que esté. Y tengamos en cuenta que no puede significar "a la enseñanza ex cathedra del Papa", porque en ese caso sus palabras nada significarían desde que Bergoglio no ha definido nada y si consideramos que, además, es cuestionable (por decirlo suavemente), que la Evangelii Gaudium y la Laudato Si sean en algún modo magisteriales.
Así que, cuando un pontificado sigue a otro, este hombre extraño aclara su mente acerca de las enseñanzas de todos los papas anteriores (excepto, quizás, cuando sean ex cathedra), a fin de tener una tabula rasa sobre la cual inscribir cualquier idiosincrasia y obiter que el nuevo Papa resultara poseer. Y esto es lo que nos recomienda hacer al resto. ¿Es que acaso no lo entendí  bien?
Me pregunto cómo imaginan estos rabiosos papistas, fundamentalistas ultra-extremos, que sonarán sus pronunciamientos a los no católicos. ¿Se imaginarán, en serio, que los luteranos, los anglicanos o los ortodoxos, pueden llegar a sentirse atraídos por la idea de un papado en el que cualquier capricho del actual ocupante de la Sede de San Pedro tiene que ser tragado sin rechistar, o de lo contrario que uno abandonaría  la "piedra de toque" de la doctrina "auténtica"? Más aún, en el Sínodo uno de los circoli anglófonos informó que "un obispo afirmó que “el Papa puede, en efecto, torcer la mano de Dios". ¿En serio? ¿Habrá intentado proponer esa loca idea a los presbiterianos y bautistas de su diócesis? ¿Estará absolutamente seguro de que seguiría creyendo lo mismo si algún futuro Papa ultra-regresivo comenzara a disponer toda suerte de cosas con las no se siente obligado?
 ¿Tendrán estos sospechosos extremistas papales respeto por las Escrituras, los Padres, los Credos, los Concilios, la Tradición o por los Papas (en plural)? ¿Son completamente indiferentes a nuestros interlocutores en el diálogo ecuménico?
 ¿Sería cínico sospechar que el  Dogma de Wuerl no es más que un mantra conveniente para gritar a los cuatro vientos, con el fin de cerrar la boca a otras personas cuando uno está de acuerdo con un Papa, pero que es un principio que se entierra en silencio cuando no lo está?
Tomado de:



jueves, 22 de octubre de 2015

Una cristiana que resiste en las caras sinodales

Finalmente, después de esperar en vano que los obispos encaren al Papa por su inversión de prioridades en Laudato Si, le viene su merecida reprimenda de una doctora en medicina rumana que asiste al Sínodo.
A veces en la historia, cuando los hombres de la Iglesia son demasiado cobardes para cumplir su deber, Dios los avergüenza llamando a una mujer para que lo haga por ellos. Nos acordamos, por ejemplo, de Santa Juana de Arco y Santa Catalina de Siena. Habiendo sufrido su familia persecución por parte de los comunistas, esta señora católica no se sintió intimidada en lo más minimo por la presencia del Sumo Pontífice, y le dijo precisamente lo que a todos nos habría gustado decirle. Espero sinceramente que esta reprimenda infunda contrición al Santo Padre y a todos los prelados progresistas afines por el escándalo que ha originado con sus actos en la Iglesia, y que empiecen a cumplir de verdad su función.
Como informa Lifesite News, la doctora Anca-María Cernea, del Centro de Diagnostico y Tratamiento Victor Babes y presidenta de la Asociacion de Médicos Catolicos de Bucarest (Rumania) pronunció la siguiente ponencia en el Sínodo el pasado viernes:
Santidad, Padres Sinodales, hermanos, represento a la Asociación de Médicos Católicos de Bucarest.
Pertenezco a la Iglesia Católica rumana de rito griego.
Mi padre era un dirigente político cristiano que estuvo encarcelada durante diecisiete años por los comunistas. Aunque mis padres estaban comprometidos para casarse, no pudieron hacerlo hasta 17 años después.
Durante todos aquellos años, mi madre esperó a mi padre, sin saber siquiera si estaría aún vivo. Fueron heroicamente fieles a Dios y a su compromiso.
Su ejemplo demuestra que la gracia de Dios puede sobreponerse a unas circunstancias sociales terribles y a la pobreza material.
Los médicos católicos que defendemos la vida y la familia vemos que, ante todo, nos encontramos en una batalla espiritual.
La pobreza material y el consumismo no son la causa primera de la crisis de la familia.
La causa primera de la revolución sexual y cultural es ideológica. Nuestra Señora de Fátima dijo que los errores de Rusia se propagarían por todo el mundo.
Se hizo primero de forma violenta, con el marxismo clásico, matando a decenas de millones de personas.
Ahora se hace mediante el marxismo cultural. Hay una continuidad, desde la revolución sexual leninista, a través de Gramsci y de la Escuela de Frankfurt, hasta la actual ideología de los derechos homosexuales y de género.
El marxismo clásico pretendía rediseñar la sociedad adueñándose por medios violentos de la propiedad.
Ahora la revolución va más lejos: pretende redefinir la familia, la identidad sexual y la naturaleza humana.
Esta ideología se hace llamar progresista, pero no es otra cosa que la tentación de la serpiente antigua para que el hombre se haga el amo, reemplace a Dios y organice la salvación en este mundo.
Es un error de naturaleza religiosa; es gnosticismo.
Los pastores tienen la misión de reconocerlo y de alertar al rebaño de este peligro.
“Buscad, pues, primero el Reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”.
La misión de la Iglesia es salvar almas. En este mundo el mal proviene del pecado. No de la disparidad de ingresos ni del “cambio climático”. La solución es: Evangelización. Conversión.
No un dominio cada vez mayor por parte de las autoridades. No un gobierno mundial. Esos son hoy en día los agentes principales de la imposición del marxismo cultural, por medio del control de la natalidad, la salud reproductiva, los derechos de los homosexuales, la ideología de genero, etcétera.
Lo que el mundo necesita hoy en día no es que se limite la libertad, sino libertad verdadera, liberación del pecado. Salvación.
Nuestra Iglesia estuvo prohibida durante la ocupación soviética. Pero ninguno de nuestros doce obispos traicionó la comunión con el Santo Padre. Nuestra Iglesia sobrevivió gracias a la determinación y el ejemplo de nuestros obispos, que resistieron en las cárceles y entre el terror.
Nuestros prelados pidieron a los fieles que no siguieran al mundo. No que cooperan con los comunistas.
Ahora necesitamos que Roma le diga al mundo: “Arrepentíos de vuestros pecados y volved a Dios, porque el Reino de los Cielos está cerca”:
No sólo nosotros los católicos laicos, sino también muchos cristianos ortodoxos están rezando fervorosamente por este Sínodo. Porque, como ellos dicen, si la Iglesia Católica se entrega al espíritu de este mundo, será muy difícil para todos los demás cristianos resistirlo.
Visto en:
http://www.adelantelafe.com/una-doctora-le-dice-al-papa-en-la-cara-en-este-mundo-el-mal-proviene-del-pecado-no-del-cambio-climatico/

jueves, 15 de octubre de 2015

Acción extraordinaria del demonio (y II)

Una persona humana no es un objeto corpóreo cualquiera, material, sino un ser viviente, capaz, además, de una actividad espiritual; un ser que, en su composición, está formado por un cuerpo y un alma, o sea, de una parte material, corporal, y de un único principio vital intelectivo que, por su superioridad, tiene implícitamente el poder de actuar las funciones de orden inferior, o sea, las de la vida vegetativa y sensitiva.
Por tanto, el demonio sólo podrá actuar, de modo directo e inmediato, sobre lo que es materia o necesariamente dependiente de ella, en el hombre; sobre el cuergo, pues, sobre las funciones de la vida vegetativa en cuanto ligadas a la materia, y sobre las de la vida sensitiva por dependientes de los órganos corporales; lo que resulta cierto de cuanto hemos dicho acerca de su posibilidad de producir en la materia el movimiento local, y, mediante éste, la mutaciones intrínsecas.
En cambio, en lo referente a las funciones propias de la vida intelectiva, tan sólo podrá ejercer una acción indirecta y limitada al modo con el que tales facultades dependen del cuerpo.
Para comprender mejor la naturaleza de este especial influjo, estudiémoslo separadamente en cuanto al entendimiento y a la voluntad.
El entendimiento humano, tras la unión del alma y el cuerpo, puede desarrollar su actividad solamente usando lo que proviene de los sentidos; no es que sea necesario un órgano corporal, siendo el entendimiento absolutamente espiritual, pero en el presente orden de cosas, su actividad está subordinada a la actividad de otras facultades directamente coordinadas con órganos corporales, o sea, las facultades sensitivas; lo que aparece evidente, tanto por el hecho de que la lesión de un órgano corporal repercute sobre la misma facultad intelectiva, como por la experiencia cotidiana que nos certifica que, en nuestro esfuerzo por comprender alguna cosa, formamos siempre una imagen que, a guisa de ejemplo, facilítanos casi la misma intelección. Luego, si el demonio puede influir directamente sobre los sentidos, queda patente que puede indirectamente llegar hasta el mismo entendimiento.
En lo que a la voluntad respecta, el demonio también puede influir en ella, pero de modo indirecto y limitado; en otras palabras: solamente puede inclinarla, orientarla, pero jamás moverla eficazmente, cosa posible sólo a Dios. Efectivamente, la voluntad puede ser movida o desde el interior, es decir, de modo directo, actuando sobre su misma naturaleza, o desde el exterior, de modo indirecto, es decir, mediante un objeto bueno o mediante las pasiones.
La primera forma es exclusiva de Dios; como la acción propia de la voluntad consiste en la inclinación del sujeto hacia la cosa querida, entonces cambiar directamente esta inclinación sólo podrá realizarlo quien ha dado al hombre el poder de querer, es decir, Quien es el autor de la naturaleza humana.
Mover la voluntad en la forma segunda, como ya dijimos, puede realizarse o mediante un objeto bueno o mediante las pasiones; por lo que atañe al objeto, conviene precisar cómo tan sólo el Sumo Bien, el Bien Universal, o sea, Dios, puede mover la voluntad de manera eficaz, infalible, mientras que todos los demás objetos, por ser limitados, tan sólo pueden orientarla, halagarla, disponerla a querer, dejándola siempre libre para consentir o no; y por eso el demonio tiene sólo la posibilidad de una influencia que invita, persuade; pero sin la fuerza suficiente para moverla eficazmente. En lo que a las pasiones se refiere, también queda siempre en los límites de un influjo más o menos fuerte, y pudiendo obrar sobre éstas directamente, puede, a su vez, llegar hasta la voluntad.
Por lo tanto, mientras Satanás puede siempre iluminar nuestro entendimiento según sus deseos maléficos, aunque sólo sea de manera indirecta antes dicha, jamás podrá mover eficazmente la voluntad.
Especialmente, el demonio puede mover una persona, sostenerla mucho tiempo en vilo, como levantarla muy alto, transportarla a cualquier lugar todo esto siempre con las máximas facilidades y celeridad. Con mayor motivo puede mover las distintas partes de un cuerpo de la manera más extraña, idiotamente, con aspavientos; aplicar los miembros a varias acciones, como caminar, correr, gesticular, escribir, emitir sonidos; imprimirles una fuerza muchísimo mayor que la propia de la edad o la condición del individuo. Puede también alterar, dentro de ciertos límites, la configuración externa del cuerpo, causar todo género de enfermedades y hasta la muerte.
Porque operando sobre el sistema nervioso puede extender su acción a todas las funciones de la vida vegetativa y sensitiva; y, particularmente, por lo que respecta a la vegetativa, puede influir sobre las tres operaciones fundamentales de nutrición, crecimiento y generación; acelerando, retardando, suspendiendo, en suma, modificando los varios procesos propios de tales operaciones; como digestión, secreción, circulación de la sangre, respiración, asimilación y fecundación.
Por lo que se refiere a la vida sensitiva, puede directamente operar sobre los sentidos externos y los internos, y a través de éstos, arribar indirectamente a los mismos entendimiento y voluntad.
Es principalmente en esta última esfera, donde el diablo desfoga su genio maléfico de las formas más extrañas e imprevistas, ora causando todos aquellos fenómenos y anomalías parecidas a los llamados trastornos y enfermedades psíquicas y mentales, ora en dar rienda suelta a su ciencia y habilidad formidables. Y de esta suerte, el individuo se presentará en las posiciones más inestables, podrá ejecutar los movimientos más acrobáticos, caminar y correr con los ojos cerrados evitando maravillosamente todo obstáculo, sabrá cantar, pintar, realizar otras actividades y artes jamás aprendidas, emitir voces con sonidos y timbres impropios de su voz y de la humana, escribir y hablar lenguas desconocidas, conocer cosas pasadas, lejanas, ocultas, leer el pensamiento ajeno y obrar otras cosas maravillosas.
Si el poder de acción del demonio supera en mucho al de cualquier otro ser creado, sin embargo tiene también sus límites provenientes de tres fuentes, a saber: la naturaleza demoníaca, la diversa condición de cada demonio y la voluntad permisiva de Dios.

Tomado de:

Balducci, C. Los endemoniados hoy. Ed. Marfil, 1965, ps. 11-19.

sábado, 10 de octubre de 2015

Rusia en Siria

Definitivamente estamos presenciando el fin de EUA como potencia hegemónica a nivel mundial: ha sido un largo proceso iniciado en el 2001 tras los ataques a las torres gemelas de Nueva York, pero que finalmente ha acabado con la era en que Washington fungió como capital del mundo: fue un breve periodo: 1989-2015, sólo veintiséis años de ser el único punto de decisión global, aunque ya desde el 2008 podría decirse que EUA vio cada vez más contestada tal posición ante el creciente poderío económico y político de Moscú y Pekín, así como la recuperación de posiciones en el aspecto militar por parte del gigante eslavo, y la obtención de ese rubro por parte del imperio de los dragones, tras siglos de encierro en sí mismo y ser superado por las potencias occidentales.
Rusia se encuentra interviniendo en Siria en apoyo a su aliado regional: el gobierno de Bashar el-Assad, en contra del Estado Islámico, este naciente Imperio Musulmán encabezado por el autoproclamado Califa Abú Bakr II Al Baghdadí, mismo que surgió como resultado de las intervenciones norteamericanas y occidentales en Irak y Medio Oriente, y las Primaveras Arabes de 2011, que no trajeron la Democracia al estilo occidental, sino prepararon el camino para que los intereses de los regímenes absolutistas e islamistas radicales de Arabia, Kuwait, Emiratos Arabes y Qatar planteasen la creación de un nuevo imperio o al menos, de un cinturón de regímenes fundamentalistas sunnitas con la finalidad de contener a un Irán que, desde la década de los 90 y pese a las sanciones, se perfilaba por un camino de desarrollo y empoderamiento destinado a regresar a los Persas a la cumbre como potencia dominante en la región, capaz de desestabilizar al mundo con sus decisiones como ha sido desde el siglo VII a.C., objetivo que fue claramente mostrado bajo la presidencia de Mahmoud Ahmadinejhad y su activa y casi temeraria política exterior por un lado y mantenida bajo un perfil más prudente, pero constante, por su sucesor: Hassan Rohani, que se saldó con la capitulación de EUA aceptando su programa nuclear, y la readmisión plena de Teherán en el panorama internacional con el levantamiento de las sanciones económicas que pesaban sobre el régimen chiíta persa desde 1979.
A mi parecer, esta es la primera guerra de la nueva era que está iniciando: es el primer enfrentamiento entre dos poderes imperiales de nuevo cuño: la Rusia resurgente de la mano de Vladimir Vladimirovich Putin, hoy por hoy el estadista más poderoso del mundo y el Estado Islámico, ante el cual, un EUA, pasmado, permanece como espectador, al lado de una espantada Europa a la que se ha venido encima la avalancha de refugiados (¿o colonizadores?) musulmanes provenientes de Siria, Irak y Norte de Africa, sin saber qué hacer.
¿Qué sucederá? ¿Putin destruirá a la amenaza del ISIS? ¿O entrará junto a éste y a sus patrocinadores: las monarquías árabes y Turquía, a un juego geopolítico en que acepten cambiar de ruta de expansión hacia Europa (sacrificando y destruyendo en el camino al nefasto Erdogan) a fin de que los débiles y emproblemados países del Viejo Continente acudan ante Moscú por su maternal auxilio? ¿O simplemente para que se distraigan con el Islam mientras recupera tranquilamente toda Ucrania o al menos el este, los Países Bálticos y Moldavia? Putin ha hecho gestos para ganarse al Islam ruso y hasta más allá de sus fronteras, como poner fin al separatismo checheno con una estrategia de palos y zanahorias, quedando reducida la insurgencia a un movimiento casi residual, sin capacidad para llevar ataques a gran escala, y finalmente, inaugurando una gigantesca mezquita en el corazón de Moscú.
Entre tanto, EUA no puede hacer otra cosa más que presenciar pasivamente lo que pasa: ya no existe ningún Curtis LeMay que con toda hombría y valor declarara que la entonces Unión Soviética podía ser derrotada vía la Guerra Nuclear, a la que temería el pueblo estadounidense, pero no él. Por el contrario, la administración Obama ha actuado con abundantes dosis de cobardía y de subordinación a los intereses de Riyadh, Doha o Abu Dhabi sin pudor alguno, además de una increíble ignorancia e incomprensión sobre la realidad del Medio Oriente y el mundo islámico, plantaron una bomba que les estalló en la cara. Este fracaso, por sí mismo, debería llevar a la derrota absoluta de las pretensiones presidenciales de Hillary Clinton y al nuevo Gobierno, que llegue a la Casa Blanca en 2017, a una auditoría profunda de lo ocurrido durante los ocho años de administración demócrata y a fincar responsabilidades a un gobierno que prefirió distraer al mundo entero con frivolidades como el matrimonio homosexual, un demagógico y falaz debate sobre migración y también sobre el calentamiento global, mientras el frágil orden internacional construido por sus antecesores se le desmoronaba entre las manos, la debilidad del Gobierno Obama se ha parecido, sólo en eso, al de Carlos II en la crepuscular España de los Austrias y su incapacidad de tomar decisiones firmes, ocultada bajo oropeles barrocos, ahora bajo pantallas mediáticas.
La próxima administración norteamericana la tendrá difícil, probablemente hará intentos para recuperar la capacidad de influencia que ahora Putin le ha arrebatado: no podrá; el Kremlin se ha garantizado quedar como la potencia que reordenará al Medio Oriente, incluso la visita de Benjamín Netanyahu a Putin en los días previos al inicio de las operaciones del Ejército Rojo en Siria puede explicarse a que Israel, tras ser prácticamente abandonado por EUA, y ante un futuro sombrío rodeado de enemigos: Irán por un lado, Assad, también, pues apoya a Hezbollá y mantiene su compromiso con la causa palestina, su influencia sobre el Líbano y sus reclamos por los Altos del Golán, y el radicalismo Sunnita representado por el ISIS por el otro, también motivado por la situación de Palestina, ha buscado garantías de parte del líder ruso: la preservación de la existencia del Estado Judío en el rediseño que el Kremlin plantee para la región.
Falta por ver las consecuencias que venga después de esto: el monopolio de las intervenciones armadas que ostentaban Washington y sus aliados de la OTAN ha quedado roto por la primera intervención en el exterior (lo de Georgia hay que ser sinceros: fue un asunto interior, el país caucásico es una provincia separada del imperio) de Moscú desde la malhadada guerra de Afganistán, claro, a EUA le quedará el tratar de aplicar la misma táctica que en aquel conflicto financiando y entrenando a las fuerzas antirrusas en Siria, lo que ha estado haciendo hasta ahora, sin embargo, Putin no es un senil como Brezhnev, ni un enfermo terminal como Andropov o un ingenuo como Gorbachov, si intervino en Siria es porque sabe que EUA no tiene con qué enfrentársele, más que los arsenales nucleares, algo que nadie se atreve a hacer. 
¿Inspirará el actuar de Moscú a China a intervenir también en contra de Taiwán o para arreglar el contencioso que tiene con Japón, Vietnam y Filipinas por sus fronteras marítimas.
No cabe duda, estamos al inicio de una nueva época, confiemos y esperemos.
Visto en:



martes, 6 de octubre de 2015

Acción extraordinaria del demonio (I)


Se publica mucho en distintos blogs sobre la actividad extraordinaria del demonio, tal vez como reacción pendular ante un racionalismo naturalista que en las últimas décadas ha negado prácticamente cualquier operación diabólica y a veces hasta la existencia misma de los demonios.
Pensamos que la difusión de cuestiones demonológicas, si no va a acompañada de una buena teología, y del imprescindible contrapeso de una mentalidad realista, puede dar lugar a un "preternaturalismo exagerado", que atribuya al demonio fenómenos naturales no del todo explicados por las ciencias pero que no tienen origen diabólico. De este "preternaturalismo" se siguen curiosidades morbosas, supersticiones, y temores infundados; todo lo cual puede dar lugar incluso a la burla respecto de verdades reveladas.
Es habitual distinguir en la actividad de satanás dos grandes capítulos: inducir al mal y hacer el mal. Dos tipos de actividad maléfica que se denominan ordinaria, una, puesto que no es manifiesta (es la tentación, estímulo o incitación a pecar) y extraordinaria, otra, que sí es manifiesta y de índole excepcional. La actividad extraordinaria, a su vez, se divide en tres tipos: molestia local, molestia personal y posesión diabólica. El p. Amorth ha hablado bastante del segundo y tercer tipo de actividad extraordinaria, desde su experiencia como exorcista. Pero tal vez haya explicado poco el primer tipo de actividad diabólica.
La actividad conocida como molestia local, es la que el demonio realiza directamente sobre la naturaleza inanimada y animada inferior (reino vegetal y reino animal) para llegar después indirectamente al hombre, a quien, en último análisis, va dirigido el daño. Entran en el tipo de molestia local: los llamados lugares y casas infestadas; ciertos disturbios visibles, extraños y repentinos que se pueden encontrar o en la vegetación o en el mundo animal, etc. Sin embargo, sería un error pensar que el demonio tiene un poder, puesto que no puede absolutamente nada sin la permisión de Dios. Además, su obrar viene limitado por su naturaleza creada y la diversa condición de cada demonio.
Ofrecemos unas páginas de Corrado Balducci sobre este tema, que publicaremos en dos entradas separadas.

Modo de presencia en un lugar.
El demonio, ser puramente espiritual, está en un determinado lugar mediante un contacto operativo, no cuantitativo, es decir, se localiza no por su sustancia, sino por su actividad; en otras palabras se encuentra donde opera por su absoluta espiritualidad. En efecto, la naturaleza angélica no tiene una cuantidad corpórea, dimensiva, sino una cuantidad operativa (esto es, un poder más o menos amplio de obrar); de aquí que, mientras los cuerpos están en un lugar mediante un contacto cuantitativo, dimensivo, los demonios lo estarán a través de un contacto operativo.
Siempre en virtud de su naturaleza espiritual, pueden desarrollar su actividad por todas partes, y no sólo en lo externo, sino también en lo interno de los cuerpos; a este propósito observa San Buenaventura: "Los demonios, en razón de su sutilidad y espiritualidad, pueden penetrar en cualquier cuerpo y allí subsistir sin el mínimo obstáculo e impedimento".
Pero, en cuanto criaturas, siempre son limitados, y, por tanto, si se encuentran en un lugar no pueden, al mismo tiempo, estar en otro; aunque les es facilísimo y con celeridad suma cualquier cambio de lugar, al no tener que atravesar el espacio intermedio.
Cuando decimos que el demonio no puede estar más que en un lugar, por tal lugar entendemos todo el espacio al que inmediatamente puede extenderse la virtud operativa de aquel demonio; pero acerca de esta amplitud nos encontramos en absoluta ignorancia.
Finalmente, recordamos que si un demonio no puede encontrarse contemporáneamente en varios lugares, así tampoco varios demonios pueden estar contemporáneamente en el mismo lugar; en efecto, cuando "un ángel actúa en un lugar o en un objeto determinado, toma posesión total de él, o sea, lo ocupa, lo llena y lo circunscribe de tal forma, que excluye que otro ángel lo pueda ocupar igualmente".

Actividad del demonio sobre la materia.
Por un principio de economía divina, los seres superiores pueden actuar sobre los inferiores, sirviéndose, de manera directa, tan sólo de aquello que en estos últimos es lo más perfecto. Ahora bien, entre los varios movimientos corpóreos, el movimiento local es, sin duda, el más perfecto, porque la disposición a ser movido es un bien puramente extrínseco y supone ya un estado de perfección intrínseca; por eso el demonio puede desarrollar su actividad sobre los cuerpos tan sólo a través del movimiento local. Se sigue de esto que, de modo directo e inmediato, el demonio puede producir en la materia tan sólo mutaciones locales, llamadas también mutaciones externas (extrínsecas), o sea, aquellos movimientos consistentes en transferir un objeto de un lugar a otro, o un cuerpo; pero dejando inmutable la naturaleza, la sustancia.
Pero esto no excluye que el demonio, de modo indirecto y mediato, o sea, mediante el movimiento local, pueda producir también mutaciones internas (intrínsecas), o sea, aquellos movimientos que implican un cambio en la naturaleza de las cosas (mutación sustancial: transformación) o, al menos, una mutación en la cuantidad o en la cualidad de la misma cosa (mutación accidental: alteración).
Que el demonio no pueda producir estas mutaciones internas de modo directo, aparece evidente si se considera que todo sujeto obra de manera semejante a su naturaleza; ahora bien, producir cambios internos significa obrar en un plano netamente material; pero mientras esto puede hacerlo de modo propio e inmediato un agente corpóreo, nunca puede convenir al modo directo de obrar de un demonio, que es un ser puramente espiritual.
Por otra parte, esta manera indirecta de obrar no disminuye en nada el poder de Satanás, muy superior, sin duda, al del hombre; la precisación que hemos hecho se refiere solamente al modo de ejercer dicho poder, de forma que, si para algunas actividades es indirecto, sin embargo es siempre más noble, más elevado que el humano, dada la superioridad de la naturaleza espiritual demoníaca.
Por ejemplo, el entendimiento conoce la realidad exterior mediante los sentidos; por tanto, de modo indirecto; pero esto no impide que la conozca, a la vez, de manera más noble y más elevada.
Por esto, los demonios pueden mover localmente la materia y de esta forma efectuar mutaciones sustanciales y accidentales.
Ahora bien: considerada la imposibilidad —por vía ordinaria— de mutaciones intrínsecas sin algún movimiento local, aunque sea minúsculo y limitado a la esfera de la composición química de la materia, y habida cuenta de la enorme superioridad del conocimiento de los demonios en relación con las leyes y los secretos de la naturaleza, queda patente cuán amplio sea el poder demoníaco en el universo; "podemos decir que casi no hay fenómeno alguno en el mundo, que no pueda ser producido de alguna forma por el demonio. Sólo para formarnos una idea de las cosas maravillosas que el diablo puede, hacer, transcribimos una descripción de Lépicier:
"El ángel puede, sin la conspiración de otras causas, transportar de un lugar a otro cuerpos pesadísimos; puede levantarlos y tenerlos suspendidos en el aire por tiempo indefinido; puede destrozar y reducir a ruinas pueblos y ciudades; puede agitar sus tandas pesadísimas y ponerlas en colisión unas contra otras; producir terremotos y temporales en el mar; desatar tempestades, huracanes, parar el curso de los ríos e incluso, si quiere, dividir las aguas del mar.
Puede, además, el ángel, usando medios idóneos, cual sustancias resplandecientes acaso desconocidas por nosotros, que proyecten en derredor rayos de viva luz, ocasionar efectos maravillosos de óptica, y, con la oportuna combinación de sombra y de luz, producir formas o representaciones fantasmagóricas.
Todavía más; puede el ángel, sin ayuda de instrumento alguno y sólo con emplear los elementos de la materia, hacer oír dulces melodías o sones raros, cual fueran golpes repetidos o explosiones repentinas. Puede condensar las nubes y desencadenar relámpagos y truenos; puede arrancar árboles gigantescos y destruir edificios; puede hacer jirones de toda, clase de ornamento y vestidos y despedazar las rocas más duras y resistentes. Igual mente, el ángel puede también hacer que un lápiz escriba, como movido somáticamente, frases bien correctas; puede conferir a los objetos determinadas formas y adornos diferentes de los propio de su naturaleza; puede, hasta cierto punto, suspender en los animales las funciones de la vida, deteniendo la respiración o acelerando la circulación de la sangre; puede, en brevísimo tiempo fecundar las semillas acabadas de plantar y hacerlas crecer en forma de arbustos vigorosos, con hojas, con flores y hasta frutos.
Por el poder que posee sobre el movimiento local de los elementos de la materia, el ángel puede hacer todas estas cosas en un tiempo brevísimo, sin dificultad alguna, más aún, imitando tan perfectamente a la naturaleza, que parezcan obras naturales.

lunes, 5 de octubre de 2015

Dejate canonizar

En el encuentro del Camino Neocatecumenal en Filadelfia, con motivo del Encuentro Mundial de las Familias, Kiko Argüello, leyó la carta de un obispo dominicano que relata las palabras que Francisco habría dicho en una conversación privada a un grupo de obispos de la República Dominicana. En la conversación que el Papa habría tenido con los obispos dominicanos, habría dicho:
- De Kiko Argüello se han dicho y se pueden decir muchas cosas. De lo que no hay duda es que es un santo.
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