sábado, 7 de julio de 2012

El clericalismo clásico


Carlos Alberto Sacheri (Buenos Aires, 22 de octubre de 1933 – 22 de diciembre de 1974) fue un académico y filósofo argentino, uno de los principales exponentes del tomismo en ese país y reconocido sostenedor de un firme anticomunismo. Asesinado por una banda terrorista, selló con su sangre el testimonio de su vida. Del libro de denuncia que -probablemente- fue motivo de que lo asesinaran, ofrecemos unos fragmentos. 

En el sentido generalmente aceptado, el clericalismo es el abuso del poder ejercido por los clérigos. El sacerdocio, en cuanto ministerio divino supone el ejercicio de cierta autoridad. Siendo de suyo una actividad sobrenatural –ministerium salutis- la autoridad que compete al sacerdote es de índole espiritual, i. e., el gobierno de las almas, que llega hasta la intimidad de los corazones y escruta las conciencias. Ministerio delicadísimo que debe estar como anclado en la vida de la gracia para superar la permanente tentación del naturalismo. Cuando el clero cede en su fervor, tiende a secularizar el sentido de su misión divina de dos modos fundamentales. En primer lugar confunde lo que es atributo propio de su función de servicio a la comunidad cristiana con sus propias cualidades personales, de manera tal que lo que es propio del cargo o estado es ejercido en provecho propio como si se tratara de un bien particular. En segundo lugar, aquella autoridad que le es asignada sobre los fieles para orientarlos hacia su destino eterno, se degrada en mera voluntad de dominio temporal. Como toda actitud originada en el orgullo, esta desvirtuación del ministerio sacerdotal es fuente de conflictos, de escándalos y aún de cismas, máxime cuando la arbitrariedad se disimula con motivos nobles y elevados principios. Corruptio optimi pessima. Pocas cosas resultan menos tolerables, por lo general, que el abuso de la función eclesiástica… Una vez desvirtuado el ministerio en su espíritu, su ejercicio tiende a borrar la sabia distinción entre el orden espiritual y el orden temporal; el abuso de poder reside no sólo en corromper la esencia sobrenatural de la misión, sino también en invadir un orden de actividades que exceden su competencia específica. La historia de la Iglesia nos presenta numerosos testimonios de tales deformaciones de la función clerical.
La tentación del clericalismo ha existido siempre y seguirá existiendo mientras haya sacerdotes, así como la posibilidad del adulterio acompañado siempre al matrimonio mientras éste exista. Por lo tanto, el clericalismo no es de ayer ni de hoy, pero existió ayer y existe hoy, aun cuando sus modalidades respectivas hayan sufrido una profunda transformación.
En efecto, el clericalismo tal cual se lo ha conocido en el pasado, consistió en abusar de la autoridad para defender una situación, un orden de cosas que favorecía -o al menos, aparentaba favorecer- al mantenimiento o al progreso de los valores religiosos. Tal orden de cosas coincidía frecuentemente con el éxito, la prosperidad material, la comodidad o, al menos, la tranquilidad del clérigo abusador. En la medida misma en que los ministros religiosos buscaban el mantenimiento de las creencias y de las costumbres cristianas, el fin resultaba legítimo; lo aberrante era el medio utilizado, pues el abuso del poder espiritual va siempre acompañado de graves males. Los malos medios pueden corromper el mejor de los fines; de ahí que el apóstol S. Pablo haya condenado insistentemente el hacer el mal para que de él resulte un bien. Basten dos ejemplos para ilustrar esta modalidad del clericalismo. El primero es el del sacerdote que acumula bienes materiales y se apega a ellos, so pretexto de que ciertos bienes son indispensables para poder desarrollar algunas tareas de apostolado; en la medida en que se apega a tales riquezas, desvirtúa su misión y termina utilizando para su propia comodidad lo que le ha sido asignado para su ministerio. En segundo lugar, con frecuencia se ha visto a clérigos que, conscientes de la necesidad de contar con responsables laicos en el orden temporal, han propiciado por medios muy poco justificables la candidatura de aquellos que a sus ojos revestían cualidades de integridad, de formación o de docilidad.
El clericalismo actual difiere sensiblemente del antes descripto…

Tomado de: Sacheri, Carlos. La Iglesia clandestina. Ed. Cruzamante, 1974.Ps. 77-79.

1 comentario:

Don Diego dijo...

Disculpen el off topic; ¿golpe de timón en infoluisfernándica?. Recomiendo que lean los comentarios a este artículo: http://infocatolica.com/blog/buhardilla.php/1207050702